miércoles, 21 de enero de 2015

POBREZA

En el feudalismo era pobre el que estaba fuera de la sociedad, es decir, quien no estaba vinculado por relación de vasallaje a algún señor. En el capitalismo hay dos tipos de pobres, el que puede vender su fuerza de trabajo, pobre virtual  y el que no puede  hacerlo, pobre real  que para vivir tiene que recurrir a la caridad. Ello no impide que, sobre todo últimamente, haya pobres reales que tienen trabajo y para vivir tienen que recurrir a la caridad para satisfacer sus necesidades básicas. Sucede cuando la fuerza de trabajo se paga por debajo de su valor y aparecen graves procesos de pauperización que tienen consecuencias muy directas como la desnutrición infantil o el analfabetismo; o no tan directas como los problemas de inseguridad y delincuencia.
Los valores del sistema reducen el problema de la pobreza a una cuestión moral, de donativos, incluidos los estatales como el subsidio de desempleo, que por cierto, pagan los propios trabajadores. Por ello, la filantropía y la beneficencia son virtudes burguesas, extensión de la caridad cristiana. Los valores de la izquierda guardan relación con la justicia. Otra forma de justificar la desigualdad es atribuir la pobreza a la falta de virtudes de quien la padece. Se trata de individualizar la culpa para exonerar al sistema. Siempre puede recurrirse a esa explicación que justifica la desigualdad desde una concepción antropológica negativa, el hombre es así por naturaleza, siempre lo fue y siempre lo será. Pero el hombre llegó a ser hombre, sobrevivió e incluso dominó a la naturaleza porque nuestros ancestros del neolítico compartieron lo que cazaban y lo que recolectaban. Es el sistema, su naturaleza competitiva, el que incita a que salga de nosotros nuestra peor versión. Aunque estemos hechos no estamos acabados y, por muchos Fukuyamas que lo digan, no ha llegado el fin de la historia, el mercado no es el último destino de la humanidad.

Decía el Obispo Hélder Cámara, “si doy de comer a los pobres, me llaman santo, si pregunto por qué no tienen para comer, me llaman comunista”. Expresado en otros términos, actuar sobre las consecuencias puede pasar, pero que no se cuestionen las causas.

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