Mientras PP y PSOE echan balones fuera y se acusan mutuamente,
los tertulianos de la radio y la televisión andan últimamente escandalizados
por el lamentable espectáculo de la corrupción, cuya relevancia hace ya imposible
esconderla bajo la alfombra. Cuando lo cierto es que la corrupción no es un
problema aislado, sino que es inherente al sistema económico, es algo
consustancial a él. Ha existido siempre y, salvo casos aislados, la impunidad
ha sido la regla general.
No es de extrañar
que, mientras prevalezca el interés individual, privado y cortoplacista frente
al interés colectivo, el sistema no pueda verse libre de esta rémora. Mención
aparte merece el grado, el nivel al que se ha llegado: la corona, el ejecutivo,
el legislativo, el judicial, los empresarios y, también hay que decirlo, los
trabajadores, en la medida en que han ido asumiendo los valores del modelo y
consolidando con su voto el actual desastre.
Semejante nivel de
corrupción sólo puede interpretarse en términos de degeneración y decadencia,
de un proceso de descomposición plena del modelo capitalista y su más radical
versión, el neoliberalismo.
El mismo análisis
podría aplicarse a otras cuestiones irresolubles dentro del sistema: la
cuestión nacional, el problema ecológico, la pobreza, la inmigración, la
discriminación de la mujer y un largo etcétera. Todas ellas enfermedades sin
remedio posible dentro de los márgenes del capitalismo neoliberal.
Resulta sorprendente
la rapidez con que la crisis ha desmontado los mitos sobre los que se asentaba
la sociedad española después del franquismo: la transición, ni modélica, ni
justa; el milagro económico español, sustentado en la especulación financiera e
inmobiliaria; la OTAN, organización para ejercer el terrorismo de estado; la
Unión Europea, lejana realidad actual del romántico modelo que nos vendieron y
la Constitución del 78, convertida en papel mojado, ultrajada y estrangulada
desde Bruselas y Berlín con la inestimable colaboración de nuestros gobernantes
y la pasividad de la ciudadanía.
Naturalmente que
todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, bien por acción, bien por
omisión; pero es de justicia señalar a
PP y PSOE, con la connivencia de CIU y
PNV, como los principales exponentes podridos del corrupto modelo. Ellos son
los responsables fundamentales del marco institucional, nacional y europeo que
nos ha conducido hasta aquí.
Pero el final de esta
historia aún está por escribirse y los trabajadores haríamos muy bien en
mirarnos en el espejo del pasado para no repetir el guión y adquirir el suficiente nivel de conciencia
para comprender que sólo tenemos dos alternativas: o hacemos nosotros la
historia o estaremos condenados a padecerla.
Francisco Macías Córdoba
Portavoz de Izquierda Unida en el Ayto. de San
Vicente
Miembro del Consejo Político Regional de Izquierda
Unida
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